La existencia de una civilización
precolombina anterior a las conocidas, comenzó a tomar cuerpo con la entrada
del milenio, cuando una noticia comenzó a circular con insistencia. Según se
desprendía de los primeros informes, la Expedición Atahualpa 2000, bajo las
aguas del lago Titacaca, en pleno corazón boliviano, halló restos de una
civilización desconocida. Aunque de estas ruinas se tenían conocimiento, hasta
el momento no se tenía la evidencia comprobatoria, y aunque en este caso las
pruebas parecían ser contundentes, el descubrimiento reabrió una polémica,
sobre la antigüedad de las civilizaciones en América.
De inmediato, se levantaron voces en
contra, y el hallazgo como ya es una constante en estos casos, entró en zona de
veda, hasta mejor oportunidad. Para comprender la mentalidad arqueológica
sudamericana, debemos tener en cuenta su fuerte afiliación a los dictados
europeos y norteamericanos que siguen teniendo una fuerte influencia en la
materia. Romper con esa estructura no es tarea fácil, ya que todo aquel
estudioso que se desvíe de las leyes establecidas corre el riesgo de ver su
carrera truncada. Localmente tampoco hay una defensa más acentuada sobre las
culturas pasadas de este continente, y generalmente subyace un cierto temor en
buscar respuestas a ciertos interrogantes que aún susbsisten en cuanto a las
culturas que poblaron América, ante de la Conquista.
Volviendo al caso boliviano, como
dijimos la existencia de estas ruinas no constituían novedad, y nosotros desde
Crónica Subterránea deseamos evocar una gesta poco conocida dentro de
Argentina, y que tuvo como protagonista a un compatriota, que casi cuarenta
años antes pudo vislumbrar estas mismas construcciones submarinas, aunque en su
momento su hallazgo provocara incredulidad y rechazo.
Conozcamos la historia de la mano de
Federico Kirbus, que narró la experiencia del argentino en “Enigmas, misterios
y secretos de América”.
“El equipo, compuesto por Ramón
("Kuki" Avellaneda, Enrique León Brunner y Luis Villaverde, había
arribado a orillas del Titicaca con propósitos muy distintos, casi diríase más
espirituales que materiales: su deseo era habilitar las aguas navegables más altas
del mundo para el deporte subacuático. Acertadamente, su expedición se denominó
"Punta de Lanza". Y lo que representa bucear en el lago sagrado del
Altiplano se infiere de las palabras de Avellaneda cuando describía su primera
inmersión: "Mi indicador de profundidad marcaba tan sólo, metros y, sin
embargo, me hallaba a mayor altura que la cima del Fujiyama”.
Las inmersiones se veían obstaculizadas
no sólo porque el cante de los botellones de oxígeno restringía la permanencia
en el líquido elemento a su máximo de 45 minutos, sino, además, porque los
tipos de descompresión debían ser forzosamente muy prolongados que al emerger
del agua los rodeaba la atmósfera muy tenue de 3.800 metros sobre el nivel del
mar. Quiere decir que parte de la autonomía de 45 minutos había que dedicarla
al proceso de descompresión, sin poder entregarse a proseguir las exploraciones
subacuáticas.
Los deportistas habían sido consultados
desde el mismo momento su arribo a Bolivia si realmente sólo deseaban practicar
deportes o si en verdad, su objetivo era buscar la "cadena de oro".
Pero no fue leyenda, sino la noticia de que un norteamericano, de nombre
Malinowsky había hallado ruinas en el lago durante unas inmersiones realizadas
años antes de, que confirió a los tres buceadores un impulso. Lo único malo era
que muchos hablaban de tales vestigios pero nadie podía precisar su ubicación.
Las primeras experiencias de inmersión,
llevadas a cabo con la asistencia del patrullero “Presidente Kennedy",
perteneciente a la marina boliviana, se realizaron sin mayores sorpresas. La
temperatura del agua era de unos 15 grados cerca de la superficie; la
visibilidad unos 15 metros; y las pulsaciones, 85 por minuto como valor
promedio.
El tiempo transcurría implacablemente
sin que los argentinos hall nada excepcional, salvo las enormes ranas
mimetizantes que se fundían con el fondo del lago. Sus ayudantes bolivianos,
entre tanto, seguían convencidos que el verdadero propósito de los buceadores
era la búsqueda y el eventual hallazgo de la cadena aurea. ¿Era concebible que
tres extranjeros realizaran tal esfuerzo sólo para satisfacer sus ambiciones
deportivas?
Por fin, cierto día, uno de los boteros
del estrecho de Tiquina mencionó un puerto en la orilla del Titicaca donde,
según él, existirían ruinas. El sitio se llamaba Puerto Acosta. Y siendo que un
hecho casual nunca se produce en forma aislada, resultó que uno de los marinos
de la "Presidente Kennedy" era oriundo de ese puerto. No sólo esto:
también conocía el sitio donde ciertas construcciones de piedra llegaban hasta
las aguas y parecían extenderse debajo de las mismas. Se decidió realizar el
viaje en automóvil en compañía de Plácido Jucumani, el consabido marino, que
sólo hablaba aymará y apenas balbuceaba algunas palabras en español; la conversación
con él resultó, por lo tanto, bastante difícil.
Arribados a Puerto Acosta, una vez más
los pobladores afirmaban desconocer por completo cualquier detalle relacionado
con las supuestas ruinas. ¿O acaso los inhibía el temor ante el lago santo y
los dioses que en él vivían? Por fortuna, Plácido no se dejó impresionar y
condujo al grupo hasta una bahía donde, según él, existían las ruinas
subacuáticas.
El tiempo era frío. Avellaneda se colocó
su traje de neopreno para sumergirse en tanto que sus dos compañeros aguardaron
en la orilla las noticias que aquél traería.
No habrían transcurrido más de diez
minutos cuando "Kuki" Avellaneda emergió a unos 200 metros de la
costa, haciendo señas con el brazo para que los otros dos se le acercasen.
Lo que los tres acuanautas contemplaron
ese destemplado día de invierno de 1966, a unos ocho metros debajo del espejo
del lago, se lee hoy quizá con indiferencia, pero en su momento aceleró
sensiblemente el pulso de los protagonistas de la aventura: ante sus ojos aparecían
construcciones de piedra de diferente tipo y sorprendentemente bien
conservadas, aun cuando estaban recubiertas de algas.
No sólo hallaron simples muros, sino
recintos en forma de U, con la parte abierta señalando hacia el centro del
lago. Es más: también distinguieron el trazado de un camino empedrado,
perfectamente conservado, de unos 30 metros de longitud. Casi se estaría
tentado de agregar: un típico camino incaico.
Tras el primer breve reconocimiento del
lugar, los tres retornaron a la orilla, donde, junto con algunos observadores
circunstanciales, los aguardaba Plácido Jucumani con sus facciones tan
impenetrables como siempre.
Los períodos de descompresión
relativamente prolongados convertían la labor de los buceadores en una película
en "ralentisseur". No obstante ello, el resultado de las
investigaciones justificaba ampliamente el esfuerzo: se encontraron siete
edificaciones de unos cinco metros de ancho y diez de largo cada una, veintidós
muros paralelos y finalmente la calle empedrada, todo esto unos ocho metros
debajo del espejo del lago Titicaca.
Para la investigación de Tiahuanaco este
hallazgo es de fundamental importancia porque señala que alguna vez el nivel
del agua debió ser, cuando menos, ocho metros menor que en la actualidad, o acaso
aún mucho más”.
Según relata Simone Waisbard, en
"Tiahuanaco: diez mil años de enigmas incas", quién también se hizo
eco del descubrimiento del argentino, “en Francia, algunos meses después,
Ramónn Avellaneda mostró su película y el informe detallado de sus buceos al
comandante Cousteau que preparaba una nueva odisea marina a través de los
océanos.
Una expedición científica de mayor
importancia que la "Fer Lance", que disponía de los medios más
modernos, permitiría el estudio profundo de las reglas aún inexactas de la
fisiología de buceo a gran altura. Además, quizá sería posible averiguar
algunos de los misterios arqueológicos escondidos en el fondo del lago más
"alto" del mundo. .
El equipo Cousteau aprovecharía así el
viaje de la Calypso en los mares exóticos para atracar en el puerto peruano de
Mollendo, en el Pacífico, a novecientos kilómetros al sur de Lima. Un tren de
los Andes le esperaría a disposición de diecisiete franceses que formarían la
expedición y de varios técnicos y sabios norteamericanos que se unirían a
ellos. El profesor Harold Edjerton llevaría consigo un sonar diseñado especialmente
para informar por medio de una gráfica cuáles son la profundidad y la
composición del lecho del lago. .
Del lado francés, los técnicos que miden
la profundidad, la sedimentación de los terrenos, la calidad de las rocas,
estudiarían la biología y los orígenes del Titicaca. Hombres-rana y
camarógrafos todos ellos especializados, les acompañarían en aquella misión tan
importante. .
¡El material perfeccionado de Cousteau
pesa treinta toneladas! Comprende dos pequeños submarinos "de
bolsillo" llamados también "pulgas de mar" o "platillos
sumergibles". De una longitud de tres metros por un metro "Ochenta de
ancho, los S.P. 500 han sido fabricados por los talleres franceses de
Sud-Auiation, Pueden descender a quinientos metros de profundidad, es decir,
más de lo que se necesita.
La llegada de los especialistas
franceses y otros extranjeros, moviliza a la prensa boliviana y peruana. Los
periodistas y la gente se sienten muy decepcionados porque no averiguan nada de
los resultados obtenidos por el equipo Cousteau que guarda un silencio absoluto
...
El comunicado oficial, larga e
impacientemente esperado no enseña nada a nadie. Establece nada más la
satisfacción del comandante Jacques-Ives Cousteau en cuanto al estudio técnico
realizado en el fondo del Titicaca, Los buzos han llegado a trescientos metros
de profundidad. Han podido calcular "la importancia de la presión,
reducida de setenta y. cinco a ochenta por ciento en relación con lo normal”.
El informe indica además, que
actualmente se sabe que las posibilidades de un hombre-rana “disminuyen a esa
altitud en un veinticinco a treinta por ciento, en comparación a las que cuenta
a sumergirse en el mar”.
Pero … ¿y las “ciudades sumergidas” del
lago Titicaca? ¿Y los restos filmados por Ramón Avellaneda a raíz de su
exploración precedente, que han inducido a ir al equipo francés?
Lacónico, decepcionante, concluye el
informe: “En cuanto al tema de la búsqueda de restos arqueológicos, no se han
encontrado nada en este dominio, pero es posible que existan tales ruinas,
empotradas en la capa de cieno que tapiza el fondo del lago y que tiene treinta
cuatro metros de espesor”.
Lo negado por Cousteau en su momento,
cuarenta años después le dió la razón al argentino. Justa es su
reinvindicación.
CITAS BIBLIOGRAFICAS.
La expedición también se conoció como
Fer de Lance (punta de lanza en idioma francés). Contó con el apoyo “financiero
del periódico argentino "El Clarín" y la Federación Argentina de
actividades submarinas”. Véase: Waisbard, Simone. Tiahuanaco: diez mil años de
enigmas incas. Santiago de Chile: Diana, 1987.
“Igor Malinowsky había marcado
minuciosamente en un mapa la posición de las ruinas consideradas por un
"buzo norteamericano" como las de la ciudad sumergida de Chiopota.
Ramón Avellaneda, con la idea de repetir la hazaña, organizó una expedición que
permitía al mismo tiempo estudiar por vez primera los efectos de la sumersión
humana de gran altitud, es decir, en condiciones anormales y también hacer el
estudio hidrográfico y técnico del lago Titicaca, que era algo que nunca se
había intentado”. Op. Citada.
“En Bolivia, los escépticos callaban,
los sabios se inclinaron, por fin, con los ojos abiertos, Las ruinas
descubiertas por el diplomático argentino pertenecen a la civilización
megalítica más ano tigua del Altiplano de Collao. Indudablemente han precedido
a la famosa Tiahuanaco y su grandiosa Puerta del Sol. ¿Pero a quiénes
corresponden? El profesor Rubén Vela, del Instituto Arqueológico de Tiahuanaco,
emitió una hipótesis: "Estas ruinas tienen un carácter sagrado. La
construcción hace pensar en un templo lacustre que habría constituido el punto
de reunión de una gran peregrinación religiosa muy importante".
INFORMACIÓN ADICIONAL.
Científicos en busca de riquezas de
Tiwanaku en lago Titicaca
Especialistas científicos de Akakor
Geographical Exploring, anunciaron la existencia de la Isla Wilakota (Lago de
Sangre), donde durante siglos se efectuaron sacrificios humanos y que quedó
sumergida al aumentar el nivel del lago en más de 100 metros con el paso de los
siglos.
La misión internacional de arqueólogos
descubrió los supuestos restos de una antigua civilización a decenas de metros
de profundidad en el lago Titicaca, en pleno altiplano de los Andes.
Tras 20 días de trabajos en Bolivia, la
expedición, llamada Tiwanaku 2004 formada por 18 expertos de Italia, Brasil y
Bolivia; pudo fotografiar a más de 70 metros de profundidad un ídolo de oro, de
un peso calculado en más de 30 kilos, y varias vasijas.
Aunque aún no se han podido extraer de
las profundidades del lago para comprobar su verdadera antigüedad, fuentes de
la misión anticiparon la relación entre los objetos y la civilización Tiwanaku,
que vivió en el altiplano andino entre el 1.500 antes de Cristo y el 1172 de
nuestra era, considerada precursora del Imperio Inca.
El hallazgo se produjo en las proximidades
de la Isla del Sol, que, junto a la Isla de la Luna, es considerado un lugar
sagrado por los pueblos andinos preincaicos y se ha convertido en un destino
ineludible para los turistas que visitan el Titicaca, el lago navegable más
alto del mundo (3.810 metros sobre el nivel del mar), en la frontera entre
Bolivia y Perú.
Este espejo de agua también fue sagrado
para el Imperio Inca y representaba la cuna de la civilización humana, ya que
se consideraba que tanto el sol como su divinidad suprema, Viracocha, habían
nacido de las entrañas del mismísimo lago.
Ciudad atrapada en sus aguas
En torno al Titicaca, existe una leyenda
que habla de una fabulosa ciudad atrapada en sus aguas: Wanaku. La ubicación
del ídolo dorado, que fue descubierto gracias a un sofisticado equipo robótico
de fotografía, se mantiene en secreto para evitar posibles saqueos.
La misión contó con el apoyo de la
Fuerza Naval y del Instituto Nacional de Arqueología, de Bolivia, duró 20 días
y tenía como misión reforzar la teoría que sostiene que hace cinco mil años la
isla del Sol era una península pegada a la tierra.
Según el jefe de la expedición, Lorenzo
Epis, este terreno se podría haber desprendido y, por lo tanto, debajo de las
aguas que la rodean podrían existir restos de grandes civilizaciones.
Esta hipótesis sedujo al grupo de
científicos para iniciar una investigación en el año 2000 conocida como
Atahuallpa. En ese entonces fueron encontrados a 13 metros de profundidad
restos de una construcción preincaica, terrazas de cultivo, ruinas de lo que
habría sido un muro de contención de un camino de piedra, tramos de un centro
ceremonial, urnas rituales y piedras talladas.
Una segunda fase del proyecto fue
realizada en el 2002. Los científicos lograron descubrir rastros pertenecientes
al periodo preincaico.
El hallazgo no representa sólo un logro
arqueológico, sino también un éxito deportivo: los científicos de Akakor
Geographical Exploring, expertos en exploración bajo el agua, batieron un
récord mundial de buceo en el lago al lograr descender a una profundidad de 70
metros, superaron al registro anterior, que fue de 60 metros, conseguido por
una expedición liderada nada menos que por Jacques Cousteau en 1969.
Para contrarrestar los más de 10 grados
bajo cero de las aguas del Titicaca, los arqueólogos utilizaron un equipo
especial, además, un robot acuático exploró profundidades que bordeaban los 150
metros.
Publicado por Equipo Infinito
Etiquetas: Biografia